sábado, 30 de noviembre de 2013

El Instituto Nacional Electoral

La Madeja del Gato (electoral)
Madeja #242
Por Christopher Vergara

Finalmente tras meses de propuestas y discusión, de ir y venir legislativo, se ha conocido el proyecto de reforma electoral que se plantea discutir en las semanas por venir en el Senado de la República y que fue elaborado por las tres fuerzas políticas más grandes, antes de que el PRD en un inexplicable arranque de inmadurez decidiera abandonarlo. 

En lo relativo a la reforma electoral y política hay varios temas a comentar, pero para ellos habrá tiempo. El tópico central de esta columna se va a enfocar en el Instituto Nacional Electoral, que, variantes más, variantes menos, es casi una realidad que existirá tan pronto como las comisiones y el Pleno del Senado lo aprueben. 

La idea del Instituto Nacional Electoral viene primordialmente del PAN, aunque también con sazón del PRD. El modelo retoma la organización electoral realizada en diferentes países donde las elecciones de todo tipo son conducidas por un órgano electoral único, a diferencia de nuestro modelo federalista que contempla la existencia de institutos electorales locales. El modelo adoptado en México, cabe recordar, no es consecuencia gratuita de la vida, las elecciones en México, previas a la ley electoral de 1946 eran organizadas por los municipios y estados de manera autónoma. Sería hasta 1946 y más específicamente en 1951 con la creación de la Comisión Federal Electoral que se federalizarían las elecciones federales, más no así las locales, que siempre han organizado los estados. 

La razón de fundar el INE es principalmente un berrinche consecuencia de la elección presidencial de 2012 y decenas de elecciones estatales llevadas en los últimos años. A juicio (y con cierta razón) del PAN y el PRD los institutos electorales locales son simples marionetas del gobernador en turno que a través de ellos controla las elecciones y en consecuencia influye en los resultados al grado de que si buena parte del país sigue en manos del PRI es a causa de éste férreo control priista que compra y coacciona elecciones. 

Los argumentos son bastante endebles. Pese a que es cierto que los órganos electorales locales están fuertemente influenciados por el gobernador en turno, esto no es exclusivo de los gobiernos del PRI. Basta ver la integración del Instituto Electoral del Distrito Federal o para del Instituto Electoral del Estado de Puebla para ver que están igual o más influenciados por el gobernador. 

Y también es apelar a malos argumentos de perdedor. Cuándo el PRD o el PAN han vencido al partido oficial lo han hecho en las condiciones más inhóspitas posibles y con discursos triunfalistas del corte 'vencimos a la maquinaría del Estado' y cosas por el estilo. Ganar elecciones no depende tanto de quién opera o maneja más recursos, al final recae en quien ha hecho una buena o mala campaña, una buena o mala movilización de electores. Que el gobernador controle el órgano electoral no garantiza que su partido pueda ganar. Y ejemplos de todos los partidos sobran.

Incluso por parte del PAN es apelar a la desmemoria, porqué no ha habido Presidente más metiche y electorero en las elecciones que Felipe Calderón, basta recordar la forma grosera y poco recatada en que operó los programas sociales a favor de su hermana en la elección de Michoacán en 2011 o incluso en las federales del año pasado. Tristemente el ánimo en la reforma electoral del PAN no es mejorar las reglas electorales, es busca la revancha política ante su fracaso absoluto en 2012, de ahí llegar al absurdo de proponer la anulación de una elección por rebase de topes de gastos de campaña.

Afortunadamente la propuesta original del PAN y PRD consistente en desaparecer los órganos electorales locales para que todo lo organizará el IFE/INE no pasó ante la cruda realidad de la imposibilidad técnica y operativa que eso hubiera representado. La propuesta mutó a un modelo intermedio, eminentemente centralista pero que tiene bondades al impulsar el servicio profesional electoral, una de las más acabadas instituciones con que contamos, hacia los Estados. 

La propuesta transforma el IFE en un Instituto Nacional Electoral que mantendrá sus facultades de organización de las elecciones federales a la vez que en las elecciones locales tendrá facultades de geografía electoral, designación de funcionarios de casilla, reglamentación de encuestas así como la fiscalización de los gastos de los partidos. De manera extraordinaria podrá asumir la organización de los procesos electorales locales en tu totalidad o parcialidad e incluso organizar las elecciones internas de los partidos políticos. Además, claro, de la función más importante que será la de nombrar a los Consejeros Electorales de los institutos locales. 

Con ello, los órganos electorales locales tendrán sin duda un proceso de fortalecimiento institucional, pues el Consejo General designará a los miembros de los institutos locales de entre personas que ya formen parte del servicio profesional electoral. Quizá no era el camino más deseable, pues lo ideal hubiera sido que se fortalecieran buscando mecanismos para fortalecer el nombramiento de los mismos desde los Congresos locales. Sin duda era un camino mucho más largo y complicado pero no hubiera sido una agresión tan fuerte al federalismo, que sin duda se ve mermado. 

El principal problema de los órganos electorales locales, como el de casi todas las replicas de los constitucionales autónomos que hay en las entidades es su pobre desarrollo instititucional. A diferencia del IFE, los órganos locales dificilmente cuentan con servicio profesional electoral estatal o siquiera con juntas ejecutivas distritales permanentes. De forma permanente operan los Consejos Generales, pero de ahí en fuera son meros órganos ad hoc, para cada proceso electoral. 

Ahora, la reforma tendrá un impacto positivo en tanto los órganos electorales locales se fortalezcan de manera contundente, de lo contrario de nada servirá tener un Consejo de gente pulcra e impecable si el marco jurídico, presupuestos, y experiencia técnica de los órganos siga además de sujeta a los Congresos locales, limitada por diseños pobres que sólo busquen la organización de las elecciones sin el desarrollo de una institución local fuerte y de gran calado. 

El otro punto novedoso de la reforma es una vieja demanda que teníamos muchas personas, que era establecer un procedimiento claro y preciso para la renovación de Consejeros Electorales (que aumenta de 9 a 11 personas, se mantiene en periodos escalonado de nueve años aunque tristemente plantea cesar a los cuatro Consejeros en funciones). Así, y de alguna manera refriteando el procedimiento establecido para el Instituto Federal de Telecomunicaciones, se plantea un Comité Técnico que se encargue de la evaluación y selección de aspirantes.

Tras ello se formarán listas de aspirantes que se enviarán a la Junta de Coordinación Política quien deberá elegir de entre los propuestos a los candidatos que presente al Pleno. Afortunadamente incluye un candado por el cuál de no lograrse el consenso sobre algún candidato se podrá elegir al Consejero por medio de la siempre sólida y nunca criticable insaculación. Es decir, por un bonito sorteo. 

Uno de los más grandes fallos de nuestro diseño del IFE sin duda era la elección de Consejeros que estuvo siempre diseñada para privilegiar el acuerdo político, lo cual en grandes momentos de decisión política era loable y proveía buenos Consejeros, pero cuando la clase política no andaba en tan fino acuerdo terminaba siendo un vulgar reparto de cuotas. 

Por ello, el establecer un método claro, que evite la politización de quienes se presenten como candidatos y más aún, de quienes integren las propuestas, pues ello había degenerado en que cada partido postulará a su gallo. Como siempre habrá que ver que la implementación de la reforma sea tan loable como su redacción para contar con un sólido y confiable Consejo General del Instituto Nacional Electoral. 

La reforma también plantea un grave error que es la fiscalización en vivo, es decir, que se realice a la par de que se realizan las campañas electorales, no hasta después de ellas. Esto buscando claro la consabida nulidad por rebase de topes de gastos. Es claro que está fiscalización va a fracasar pues hablamos de un procedimiento complejo y extenso que requiere tiempo y calma, y a los albores de las campañas, sólo terminará saturando al Instituto durante proceso electoral sin que esto garantice un trabajo decente. Eso además encarecerá los costos de la elección pues requerirán más personal calificado y claro, una mayor participación de los partidos para saber como entregar sus reportes de gastos. 

Una reforma sin duda valiosa es que el Procedimiento Especial Sancionador, creado en la reforma electoral de 2007 para sancionar las violaciones al modelo de comunicación política establecido en esa reforma, pasa a ser competencia del Tribunal Electoral. Con ello se logra quitar una carga de trabajo que convertía al Instituto en una primera instancia contenciosa, pues el IFE debía resolver sobre la procedencia o no del mismo y las sanciones a aplicar. Bajo este nuevo modelo, el INE sólo deberá cumplir la sentencia que emita el TEPJF. 

En conclusión, la propuesta de un INE no terminó siendo el monstruo indomable e inoperante que muchos temíamos. El Instituto en los términos planteados hasta ahora mantendrá en general muchas de las funciones del IFE actual aunque con nuevas responsabilidades consecuencia de su participación en un modelo centralista pero autónomo de operación de las elecciones estatales. Insisto, no era el mejor camino, pero el resultado no es malo y los frutos incluso pueden ser valiosos. Al tiempo. 

En la próxima madeja: Review de Wolverine Inmortal.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Chile, el regreso de Bachelet.

La Madeja del Gato (electoral)
Madeja #241
Por Christopher Vergara

Chile acudió ayer a las urnas para elegir a quien sustituirá a Sebastíán Piñera al frente del Ejecutivo chileno para el periodo constitucional que va del 11 de marzo de 2014 al 10 de marzo de 2018. Además se renovó la totalidad de la Cámara de Diputados de 120 miembros y 20 de los 38 miembros que integran el Senado chileno. 

Las elecciones de 2013 se veían muy complicadas para la llamada Alianza integrada por la Unión Democrática Independiente (la UNI) y el partido Renovación Nacional, ambos partidos de derecha y centro derecha en Chile. El gobierno se Sebastian Piñera resultó un fracaso comunicacional, donde los logros económicos del modelo neoliberal chileno se vieron severamente opacados por varias crisis heredadas desde el fin del régimen que le estallaron a Pinochet, siendo el movimiento estudiantil el más claro y estruendoso pero con otras conflictos sociales como la mala distribución de la riqueza latentes y haciendo mella. 

Con este complejo panorama político es que Michelle Bachelet, mostrando mucha mayor sagacidad política al comprender esta lectura, regresó a Chile tras su paso en ONU Mujeres decidida a convertirse en la candidata de la Concertación de Partidos por la Democracia, que la llevaron al poder en 2006 y quienes gobernaron Chile entre 1990 y 2010, tras el fin de la dictadura de Pinochet. 

Ganar la candidatura no fue difícil. Tras la perdida del poder la Concertación quedó seriamente desdibujada y atrapada en el síndrome clásico del partido fuera en el poder, aunque sin llegar al grado de descomposición. Bachelet inició una paulatina integración de las fuerzas de la Concertación (integrada por cuatro partidos, el Socialista, el Demócrata Cristiano, el Por la Democracia y el Radical Socialdemócrata) agrupándolas en torno a su figura pero siendo más audaz al lograr integrar tres partidos más, todos de la izquierda menos moderada. 

Así es como Bachelet integró la Nueva Mayoría, coalición formada por las cuatro fuerzas de la Concertación a la que se sumaron el Partido Comunista de Chile, la Izquierda Ciudadana, el Movimiento Amplio Social. 

Bachelet fue mucho más audaz que hace ocho años cuando compitió por primera vez. En aquella ocasión terminó siendo candidata pese a los deseos de Ricardo Lagos, más aun, pese a sus orígenes socialistas fue una candidata ciertamente moderada. Su gestión fue ciertamente acertada pero fue presa de los demonios internos de la Concertación, de un ejercicio de veinte años en el poder y un diseño político rebasado. Por eso Bachelet no pudo evitar el regreso de la derecha por vía de Piñera, aun con Eduardo Frei como candidato presidencial. Bachelet fue presa de una falta de audacia en el ejercicio de su liderazgo.

Hoy eso ya no sucedió, tras un exitoso gobierno y una proyección internacional Bachelet no esta en la misma situación donde sólo era la persona en turno elegida por los partidos, hoy Bachelet fue la candidata que se impuso a los partidos. Quizá haya un fenómeno de personalización de la política (lo cual siempre tiene sus pros y contras) pero es que también era imposible que no sucediera: sumado a su buena gestión en el gobierno, Bachelet tiene una imagen impecable, que conecta con todos los sectores del electorado y representa tanto el regreso de tiempos más tranquilos y solidos como la promesa de cambios necesarios y radicales. 

Bachelet no se anduvo con medias tintas como en 2005, ni sólo se conformo con una campaña mediática basada en su buena imagen, apostó (impulsada sin duda por una agenda izquierdista mucho más vocal) por reformas radicales y de fondo, en específico basado en tres ejes centrales: una reforma educativa que haga gratuita la educación (en un país donde Pinochet privatizó la educación creando un sistema excesivamente caro para la mayoría de la gente), una reforma fiscal que impulse mayores impuestos a los más ricos y la promulgación de una nueva Constitución. En pocas palabras, eliminar los fantasmas más negativos con que aun carga Chile tras la dictadura pinochetista. 

Con todo esto en mente, ¿que podía ofrecer la derecha chilena?. El primer candidato de la UDI, Laurence Golborne cometió una serie de fiascos estratégicos que no le permitieron ni siquiera llegar a las primarias, en las cuales triunfó Pablo Longueira, un militante histórico de la derecha chilena, quien al poco tiempo renunció a consecuencia de que fue diagnosticado con depresión. Tras ello y con el franco riesgo de la separación, Piñera impulso a Evelyn Matthei, ex ministra de Trabajo de Piñera y ex diputada y senadora, amiga de la infancia de Bachelet e hija de uno de los militares que gobernaron tras la caida de Salvador Allende. 

Como es obvio, la campaña se polarizó entre Bachelet y Matthei, pese a que competían siete candidatos más, entre ellos Marco Enriquez-Ominami quien fue por un segundo y muy poco lucidor intento apoyado por el Partido Progresista y el Partido Liberal y Franco Parisi Fernández, candidato independiente de corte radical.La campaña terminó siendo entre un discurso de cambio radical de las estructuras contra un discurso de mantenimiento de políticas de gobierno. Mostrar pues, las severas diferencias que vive Chile, las heridas que aun no han cerrado desde hace 24 años. 

Las encuestas perfilaban un claro primer lugar para Bachelet aunque con la duda sobre si lograría vencer en primera vuelta al necesitar la mitad más uno de los votos emitidos. Al final del día, Bachelet triunfó aunque sin poder evitar la segunda vuelta al ganar con 46.67% de los votos contra 25.01% obtenido por Matthei y Parisi y Ominami con 10% cada uno. 

En las parlamentarias, la Nueva Mayoría tendrá control del Congreso al obtener 68 de los 120 escaños contra 48 que tendrá la Alianza. 1 escaño de la coalición de Enriquez-Ominami y 3 candidatos independientes. Así, la Nueva Mayoría pasará de 57 hasta 68 escaños. Mientras que la Alianza perderá 10 escaños. Para el Senado, la Nueva Mayoría obtiene 12 de los 20 escaños en disputa, la Alianza se queda con 7 y un candidato independiente gana el restante. Así el Senado chileno tendrá 21 senadores de la Nueva Mayoría contra 16 de la Alianza. Es decir, ahí también tendrá mayoría. 

Respecto de la segunda vuelta. en particular es un mecanismo de designación que me parece ciertamente inútil. En búsqueda de legitimación política, la segunda vuelta busca crear una mayoría (artificial) al dejar a sólo dos de los contendientes en la boleta. A mi vista genera más cosas negativas que positivas: la gente acude menos a la segunda vuelta, no hay garantía de que no exista una elección cerrada, un triunfo así tampoco brinda legitimidad per se, no transforma la situación en el Parlamento, representa un gasto de dinero, en fin, no brinda más beneficios de los que da. 

Particularmente, ¿alguién hubiera rebatido el triunfo o la legitimidad de Bachelet de haber triunfado con 46.6% que si lo hubiera hecho con 50.07% de los votos?. No, la legitimidad es un concepto mucho más complejo que brindan por un lado la confianza en las instituciones electorales y la certeza que brinde en los resultados así como la aceptación de los mismos por parte de los actores políticos. A diferencia de México, Chile cuenta con ambos de manera fuerte y decidida. Una segunda vuelta, más una con una diferencia de 25 puntos era completamente innecesaria. 

Bachelet va a triunfar en la segunda vuelta, se llevara cuando menos 60% de los votos. Sólo un evento verdaderamente catastrófico alteraría esos resultados. Lo más probable es que Enríquez-Ominami se sume a su candidatura y tal vez dos o tres candidatos más. Incluso aunque esos candidatos no lo hicieron la gente que votó por esos candidatos o votará por Bachelet o simplemente no irá a votar. Así funcionan las segundas vueltas de resultado predecible, la mayoría se va a consolidar y formar, dificilmente habrá sorpresas. 

Bachelet será la Presidenta de Chile para el próximo cuatrienio. Sin duda el reto y las expectativas son altísimas, pero Bachelet tiene el temple, las herramientas, y las ideas para alcanzarlo. Chile necesita por fin eliminar los viejos residuos de la nefasta dictadura que sufrió.

Al tiempo.

Y en la próxima madeja: El desastre que se viene para Venezuela.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Thor: Un Mundo Oscuro

La Madeja del Gato (midgardiana)
Madeja #240
Por Christopher Vergara

Y al fin regresamos a Asgard. 

Dos años después de que Thor fuera introducido en su película homónima, Marvel Studios (que estrena un nuevo y muy bonito logo) y Disney (que con este filme distribuye su tercer producción de Marvel) estrenaron este fin de semana en Estados Unidos, Thor: The Dark World, o Un Mundo Oscuro, segunda parte en la trilogía del Dios del Trueno. 

Bajo la dirección de Alan Taylor (director de amplia experiencia en televisiva con títulos tan diversos como Los Sopranos, Sex and the City y Game of Thrones) y con guión de Christopher Yost (guionista de cómics y series animadas de Marvel) y el dúo de Christopher Markus y Stephen McFeely (guionistas de Capitán América y las tres películas de Narnia), Thor: Un Mundo Oscuro nos narra los eventos posteriores a que Thor deja la Tierra en Avengers

Así es como sabemos que Thor (Chris Hemsworth) se ha dedicado a pacificar los nueve mundos tras el caos producido por su hermano Loki (Tom Hiddleston), quien vive recluido en las prisiones de Asgard. Su anhelado reencuentro con Jane Foster (Natalie Portman) se torna complejo, en especial ante los consejos de Odin (Anthony Hopkins) respecto a la fugaz vida humana. 

Todo cambia cuando Jane investiga junto con Darcy (Kat Dennings) un raro fenómeno que ocurre en Londres y que involucra el evento cósmico conocido como la Convergencia cuando los Nueve Mundos se alinean paralelamente a la vez que un enemigo de tiempos inmemoriales, Malekith (Chistopher Eccleston) despierta e intenta destruir el Universo con un arma llamada el Aether. 

Thor: Un Mundo Oscuro tiene varias virtudes, pero la principal es lo bien hecho que esta escrito su guión. Es muy apreciable como Yost y compañía logran hilvanar las tramas y los hilos para que estos caigan en el lugar correcto y sean ejecutados de manera apreciable. El primer claro ejemplo es como embonan los hechos del anterior filme y Avengers con este. Mostrar que los eventos de la invasión chitauri en Nueva York tuvieron relevancia en Asgard, con el caos provocado en los nueve mundos es muy acertado. Así como Iron Man 3 y Agents of S.H.I.E.L.D. han insistido en que la Tierra no es la misma desde aquellos eventos, es claro que los Nueve Mundos también deben haber cambiado. 

Otro punto apreciable sin duda es una mejor integración entre Asgard y Midgard (La Tierra). A diferencia de la anterior película que cargaba con ese problema, Un Mundo Oscuro integra con mayor comodidad ambos Mundos, quizá apelando a aquello de la Convergencia y los Nueve Mundos, o quizá simplemente porqué no se siente ya tan distante un mundo del otro. 

Algo realmente agradable fue la relevancia de los personajes femeninos. A diferencia de la anterior Thor donde Frigga (Rene Russo) era un mueble más en lugar de la esposa de Odin, Jane Foster una científica que no hizo gran cosa más que hallar a Thor, y Darcy su comic relief, en esta ocasión las tres juegan un papel mucho más relevante. Así tenemos una Frigga que es excelente espadachina, valioso contrapeso a Odin y valiente Reina que se sacrifica por su Reino. Jane ya no es sólo una nerdaza, sino que con sus recursos e inteligencia se introduce en las situaciones peligrosos y ayuda a Thor a vencer a Malekith y Darcy, aunque sigue siendo el comic relief de la saga, igual tiene una participación mucho más relevante y mejores gags. 

Hablando de eso, el guión sigue teniendo dos defectos que arrastra desde su antecesora: la relación romántica Jane/Thor y los villanos. Sobre lo primero la relación de Jane y Thor sigue siendo francamente floja. Nunca han tenido tiempo de explorar su romance y sus posibilidades, e incluso en este filme caen en el absurdo de que su relación sólo avanza mediante cachetadas y besos apasionados. Fuera de eso el focus esta en la historia, sin darle realmente tiempo al romance de madurar correctamente. Ojala y con ese cliffhanger (la segunda escena post-créditos) haya más oportunidad de desarrollar aquellos. 

Los villanos nunca han sido el fuerte de ninguna producción de Marvel Studios... y siguen sin serlo. Malekith es otro villano igual de chafa que los Chitauri, que Whiplash, que Killrich, que Abomination o que el mismo Loki. El problema sigue siendo una construcción muy defectuosa de sus orígenes u objetivos. 'Regresar al mundo a la Oscuridad' y 'Destruir el Universo porque nunca debió existir' no son motivos buenos para querer volar el Universo con un arma antigua. 

Al final, toda la historia de Bor ocultando la destrucción del Aether, el Reino de los Elfos Oscuros, Malekith y la destrucción de su mismo pueblo sólo parecen motivos para poder presentar el Aether que como indica la escena final es sólo otra de las Gemas Infinitas (que a estas alturas ya no se a donde quiere llevar Marvel esto de las Gemas o Piedras Infinitas). Al menos es apreciable que se intenten construir otros villanos sin que tengan que estar relacionados con Loki.

Ya en ese tema, incluso Loki es mejor personaje y mejor villano cuando no juega como tal. En Un Mundo Oscuro Loki no juega a ser villano, simplemente sigue siendo el Rey de la Mentira y el Engaño que forma una frágil alianza temporal con Thor para darle herramientas y permitirle salir de Asgard con rumbo a derrotar a Malekith. Pese a ello, Loki tiene buenas escenas y diálogos con Thor, con quien, más allá de su relación de pareja cómica que desarrollan, plasman también una inteligente relación de hermanos rivales muy bien planteada. Ese Loki es mejor que el niño berrinchudo y caprichoso que vimos en Thor o el imbécil megalomano de Avengers.

Taylor claramente se decanta por una producción mucho más cargada a la acción y la aventura. A diferencia de Branagh que dentro de un contexto de blockbuster introdujo elementos de tragedia shakesperiana (la relación de hermanos enfrentados, el Reino en ruinas con el Rey ausente, el vieja de redención del héroe), Taylor decide sólo profundizar un poco esas líneas sin introducir nuevas, permitiendo a la acción del filme fluir de manera bastante solida y adecuada. 

Y funciona bastante bien. La producción es dinámica, la historia esta bien construida, los efectos visuales son impecables, la fotografía es bastante homogenea y disfrutable.A nivel de actuaciones no hay queja, Hemsworth ya domina el personaje y los lleva con una soltura y naturalidad muy notable. Portman se siente más cómoda y cálida como Jane, aun dentro de un mundo como Asgard donde es una outsider (aunque quizá hubiera esperado algunas emociones más cuando ves que los Mundos se están colapsando), Hiddleston sin duda tiene motivos para ser ya un fan favorite pues su Loki es francamente encantador y conquistador con la audiencia. Hasta Stellan Skarsgard como el doctor Erik Selvig y Jonathan Howard como el pasante Ian están bien. Claro, mi fan favorite sin duda es Dennings, quien tiene un talento innato para la comedia. 

Thor: Un Mundo Oscuro empieza a sentar las bases rumbo a futuras sagas Marvel (porqué no, no veo estas líneas siendo utilizadas en Age of Ultron aunque si en Guardianes de la Galaxia) a la vez funciona sólidamente como una aventura independiente. Es pues una película divertida, entretenida y graciosa. Una digna adición al Universo Cinemático Marvel. 

Y en la próxima madeja: Review de Wolverine Inmortal.